Hacemos una breve parada para despedirnos de la playa de Guincho.
Enfilamos de nuevo la autovía dirección sur con cielo despejado. Según vamos avanzando la temperatura va subiendo y llegamos a las 12:00 a Camping Albufeira con una subida importante del termómetro. La recepción está abarrotada y los empleados que atienden tras el mostrador se lo toman con mucha calma. Tras casi tres cuartos de hora de espera por fin nos atienden, nos cobran, y solo al final nos dicen que miremos a ver si hay sitio.
Pese a
que tanto recepción como las zonas comunes de la entrada del camping están muy
bien equipadas y parece que ofrecen numerosos servicios, una vez dentro, en la
zona de acampada… ¡es la jungla! La gente se acopla dónde pude y ocupa lo que
le parece sin respetar demasiado el espacio ajeno. Vemos campistas lavando ropa
y vajilla en las fuentes, una vez más encontramos barbacoas por doquier… pero
tenemos tanto calor que solo queremos aparcar donde sea, comer algo y darnos un
baño en la piscina.
Así lo
hacemos, sacamos la mesa para acotar algo nuestro espacio, comemos unas hamburguesas
en el bar de la piscina y tras un breve chapuzón sin atisbo de sombra libre,
huimos del camping.
Cogemos
el autobús a Albufeira que está a poco menos de dos kilómetros. La línea es
circular y, como nos pasamos de parada, nos toca recorrer la línea entera hasta
llegar a nuestro destino. No nos importa, al menos el autobús tiene aire
acondicionado.
Damos
un paseo por sus callejuelas de casitas blancas, abarrotadas de turistas y
puestos de souvenirs, y pasamos la tarde en la playa.
Regresamos
al camping y, tras una cena ligera, nos vamos a dormir.
Tenemos
intención de pasar el día de mañana en Tavira y dormir allí, pero si el calor
sigue siendo tan sofocante continuaremos viaje hacia Huelva.
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