Miércoles, 16 de agosto de 2017
Hacemos una breve parada para despedirnos de la playa de Guincho.
Enfilamos
de nuevo la autovía dirección sur con cielo despejado. Según vamos avanzando la
temperatura va subiendo y llegamos a las 12:00 a Camping Albufeira con una
subida importante del termómetro. La recepción está abarrotada y los empleados
que atienden tras el mostrador se lo toman con mucha calma. Tras casi tres
cuartos de hora de espera por fin nos atienden, nos cobran, y solo al final nos
dicen que miremos a ver si hay sitio.
Pese a
que tanto recepción como las zonas comunes de la entrada del camping están muy
bien equipadas y parece que ofrecen numerosos servicios, una vez dentro, en la
zona de acampada… ¡es la jungla! La gente se acopla dónde pude y ocupa lo que
le parece sin respetar demasiado el espacio ajeno. Vemos campistas lavando ropa
y vajilla en las fuentes, una vez más encontramos barbacoas por doquier… pero
tenemos tanto calor que solo queremos aparcar donde sea, comer algo y darnos un
baño en la piscina.
Así lo
hacemos, sacamos la mesa para acotar algo nuestro espacio, comemos unas hamburguesas
en el bar de la piscina y tras un breve chapuzón sin atisbo de sombra libre,
huimos del camping.
Cogemos
el autobús a Albufeira que está a poco menos de dos kilómetros. La línea es
circular y, como nos pasamos de parada, nos toca recorrer la línea entera hasta
llegar a nuestro destino. No nos importa, al menos el autobús tiene aire
acondicionado.
Damos
un paseo por sus callejuelas de casitas blancas, abarrotadas de turistas y
puestos de souvenirs, y pasamos la tarde en la playa.
Regresamos
al camping y, tras una cena ligera, nos vamos a dormir.
Tenemos
intención de pasar el día de mañana en Tavira y dormir allí, pero si el calor
sigue siendo tan sofocante continuaremos viaje hacia Huelva.