Nos
levantamos al amanecer para llegar a Mérida antes de que el calor apriete.
Paramos a desayunar por el camino y a media mañana hemos llegado.
Paramos
en el parking de un supermercado en la afuera para localizar en el GPS un
parking cerca del Teatro Romano. Hace
días decidimos que el broche de oro a nuestro viaje sería poder disfrutar de
una obra en el Festival de Teatro Clásico. Aunque las entradas por internet
están agotadas no descartamos que en taquilla quede algo, así que hacia ahí nos
dirigimos.
Localizamos
parking a 500 metros del Teatro en la calle Cabo Verde. Cuando llegamos vemos
que tienen un área de pernocta para 10 vehículos por 12€ día. De momento,
sacamos ticket normal de parking por si decidimos ir al camping.
Nos
pasamos por taquilla y nos dicen que las localidades están agotadas, pero que a
las 7 de la tarde se pone a la venta un cupo de entradas que deben dejar
disponibles.
Comemos
de menú en una terraza frente al Museo Romano y vemos en el plano que tenemos
al lado la piscina municipal. Hace tanto calor que una tarde de piscina nos
parece el mejor plan. Volvemos al parking, pagamos los 12€ para pernoctar y nos
vamos a la piscina.
A las
6:15 recién duchados y fresquitos por poco tiempo, nos vamos a esperar que
abran la taquilla. Para nuestra sorpresa ya hay otras seis personas esperando,
pero por suerte hay entradas suficientes y con ellas en el bolsillos nos vamos
a pasear por las callejuelas más céntricas, comerciales y sobre todo sombreadas.
Por fin
llega la noche y disfrutamos del espectáculo, una comedia de enredo que
demuestra por qué el teatro clásico es atemporal.
Con la
sonrisa aún en los labios nos disponemos a pasar la última noche en nuestra
Mirinda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario