Sábado, 12 de agosto de 2017
Hemos
quedado a las 10:00 frente a la catedral de Oporto con Jesús y Toñi, los amigos
del Club Clasicos Renault 3, 4, 5, 6 y 7 que nos vendieron la Mirinda.
Subir
al autobús es como dar un salto en el tiempo cuarenta años atrás. Se trata de
un viejo Mercedes con los asientos de madera corridos. Los pasajeros que van
subiendo en las paradas son en su mayoría personas mayores vestidas como en
nuestro país a finales de los sesenta. El autobús arranca y serpea de modo
temerario por las estrechas calles de la periferia.
Llegamos
a Oporto casi con una hora de margen, así que localizamos la catedral que está
muy cerca y nos vamos a redesayunar un café con pasteles de nata.
Nos
encontramos con Toñi y Jesús a la hora acordada y tras los saludos y las bromas
sobre no vernos en Madrid y tener que quedar aquí, comenzamos el recorrido por
la ciudad.
Plano
en ristre visitamos la estación de San Bento, el Mercado do Bolhao y el
Ayuntamiento.
Hacemos
alguna que otra parada frente a los escaparates de sus pastelarias, en sus
tiendas de artesanía llenas de encanto, y en un pequeño mercadillo de
antigüedades junto a la Iglesia de los Clérigos.
Tras la
caminata de la mañana buscamos un sitio donde comer y, de casualidad, acertamos
con la elección: la taberna D’avo, frente a la travesía de San Bento, donde
disfrutamos de la buena cocina tradicional portuguesa muy bien elaborada y a
precio muy razonable.
Retomamos
ruta hasta la antigua librería, pero la larga cola nos hace desistir y nos
conformamos con atisbar su interior a través de los cristales. De camino
atravesamos sus calles salpicadas de vetustos comercios y de bellas iglesias
neoclásicas y barrocas.
Dudamos
entre la visita a la Bolsa o la Iglesia de los Franciscanos y optamos por la
segunda. Terminamos la tarde paseando por el popular Barrio de la Ribeira, con
sus fachadas multicolores asomadas al Duero.
Con un
café y unos dulces nos despedimos de Jesús, Toñi y Oporto. Regresamos al
camping y nos vamos directos a la cama. Mañana recogeremos para seguir nuestro
viaje.